¿Por qué no hemos logrado entender nuestra realidad?

“Pretender que el cambio climático no es real, no hará que desaparezca”

Leonardo Di Carpio

Tras varias discusiones y planteamientos, el 28 de noviembre de 2019 en una breve resolución, Europa se convirtió en el primero continente en declarar la “Emergencia Climática” y decidió tomar acciones concretas para contener el cambio climático antes que sea demasiado tarde. Esta decisión se da días antes de la Cumbre de Madrid (COP25) y dos semanas antes de que la Comisión Europea presente el primer borrador de su Pacto Verde Europeo. Con esta resolución se declara una emergencia climática y ambiental y pide la Comisión a los Estados miembros y las instituciones globales que “lleven a cabo acciones concretas necesarias para luchar y contener esta amenaza antes de que sea demasiado tarde”.

La firma de esta resolución muestra que las consecuencias del cambio climático en el mundo ya no son una utopía y se han convertido en parte de la agenda mundial por salvar la vida en el planeta, mas allá de los conflictos bélicos y de la amenaza nuclear que siempre ha sido la sombra mundial desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Si bien Europa está mostrando con ejemplos su compromiso con la tierra, ¿Qué ocurre con América Latina y el Caribe? ¿Hemos logrado superar décadas de atraso en la búsqueda de soluciones mágicas para detener el cambio climático en la región? ¿Nuestro modelo de desarrollo ha cumplido con el enfoque de sostenibilidad?, o ¿es parte del discurso político en la región? Las respuestas a estas interrogantes son complejas y muestran un escenario de conflictividad política y social que ha puesto en duda los pequeños esfuerzos que han mostrado países como Costa Rica y Chile.

Tras la reunión del Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) el 26 de abril de 2019, Alicia Bárcenas (actual Secretaria Ejecutiva), manifestó que el cumplimiento de la Agenda 2030 en América Latina y el Caribe “se encuentra en punto crítico; es importante brindar un mensaje muy claro de qué se requiere de verdad para alcanzar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la región”, durante la última jornada de la tercera reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible. Destacó igualmente que “Sabemos a dónde queremos ir, pero se nos ha dificultado la implementación. Hay varios aspectos pendientes, como lograr una mayor apropiación de la Agenda 2030 por parte de actores económicos y sociales, encontrar nuevos motores de crecimiento, mejorar los resultados distributivos, su financiamiento, cerrar brechas tecnológicas y cambiar la conversación con la sociedad civil y el sector privado. El mayor riesgo es que pasemos del peak de indiferencia a la parálisis”. Esta realidad en América Latina y el Caribe es palpable y obedece a múltiples y complejos obstáculos que frenan un modelo de desarrollo sostenible en una región con inmensas potencialidades, pero con más incertidumbres que soluciones a la vista. Lograr el equilibrio entre el desarrollo y la sostenibilidad, se ha convertido en un confuso enredo.

El 03 de octubre del presente año, la CEPAL presentó un informe en el cual se señalan Los ocho obstáculos que frenan el desarrollo en América Latina. Si bien los mismos son notorios en las dimensiones del Desarrollo Sostenible (social, económica y ambiental), sugieren la necesidad de incrementar el esfuerzo, mas allá del discurso político. Desde la persistencia de la pobreza y la desigualdad, las brechas de educación, salud y acceso a los servicios, la falta de trabajo estable y la incertidumbre del mercado laboral, pasando por un acceso parcial y desigual a la protección social, hasta mostrar una inversión social insuficiente para superar la inmensa brecha social que signa la realidad de una región rica, pero pobre a su vez.

A estos obstáculos, la CEPAL añade cinco trabas emergentes para el desarrollo social como lo es la violencia que impacta en su nivel de desarrollo económico, político y social, siendo la región más violenta del mundo de acuerdo a los recientes estudios. Por otra parte, los desastres naturales y el cambio climático están ocurriendo con mayor frecuencia y exponen la necesidad de considerar estrategias para reducir la exposición de la población. De igual manera, la transición demográfica que muestra grandes diferencias entre los países de la región respecto del descenso de la fecundidad, así como las migraciones como señal de nuevas presiones en el entorno regional y mundial, y, por último, los cambios tecnológicos que están teniendo notables efectos en la educación y la formación, pero que, sin acceso a ellos, continuará reforzándose la desigualdad.

Por otra parte, Achim Steiner, Director Ejecutivo del PNUMA subrayó en 2016 que “América Latina y el Caribe es una región biológicamente rica con complejos contrastes políticos, sociales y naturales. Sin embargo, las economías comparten una fuerte dependencia en productos primarios y recursos naturales, que son responsables de alrededor de 50 por ciento de todos los productos de exportación. Las áreas urbanas continúan creciendo junto con las poblaciones, unido con un mayor consumo en la clase media”. Bajo este modelo de desarrollo que no ha logrado superar la dependencia de los productos primarios y de los recursos naturales, ha llevado a una situación en que la calidad del aire en las ciudades ha bajado, las emisiones crecen y el agua y otros recursos naturales están bajo presión. Asimismo, sostiene que “el futuro de las economías en la región depende en gran medida del capital natural de la región, mitigando y adaptándose al cambio climático, y desvinculando el crecimiento económico del consumo de recursos”

Por último, es perentorio mostrar otro obstáculo que está frenando cualquier intento de revertir la realidad del desarrollo sostenible y del cambio climático en América Latina y el Caribe. Tras décadas de dictaduras militares y atraso, la región se encuentra inmersa en una fase de inestabilidad política que, lejos de mostrar soluciones a los múltiples problemas sociales, puede generar la salida de la inversión extranjera, el no cumplimiento de las metas de desarrollo sostenible y, por ende, la caída brusca de un crecimiento económico que, con los errores y aciertos, propios de nuevas experiencias, ha logrado impulsar a la región.

Bajo este escenario adverso, sería interesante que también a estas protestas sociales y esfuerzos políticos por mejorar las condiciones de vida de millones de latinoamericanos, se enarbolara con igual énfasis la bandera del cambio climático que puede acabar con mayor celeridad, la vida en el planeta llamado tierra. Seguir impulsando cambios profundos en nuestra forma de pensar y actuar frente a la naturaleza y nuestro modelo de desarrollo, es parte de las acciones que debemos emprender a corto plazo para salvar el planeta. Entendamos de una vez por todas, que el cambio climático es una realidad y será irreversible en pocos años.