Anomia social: cuando las ciudades colapsan debido a la indiferencia de los ciudadanos

“No nos sometemos a la ley porque la hemos creado, porque ha sido querida por tantos votos, sino porque es buena, es coherente con la naturaleza de los hechos, porque es todo lo que tiene que ser, porque tenemos confianza en ella.”

Émile Durkheim

En muchas ciudades de América Latina y el Caribe, se ven a diario ciudadanos que no hacen uso de los rallados para cruzar las calles, pasarse los semáforos en rojo, no usar el cinturón de seguridad, tirar la basura en la calle y grafitear paredes entre otras conductas contrarias a las normas sociales ya establecidas. Quizás para muchos sea común estos comportamientos ya que, en su construcción social desde niño o joven, este tipo de proceder ha sido aprobado por sus padres, maestros o cualquier otro amigo que, de igual manera, está disociado de las normas.

En este caso, nos encontramos ante un fenómeno social que ha sido objeto de estudio y debates desde siglos y que refiere a la pérdida de normas y valores sociales. En efecto, la anomia social popularizada por Émile Durkheim en su obra clásica «El suicidio» (1897), la definió como una disrupción en la estructura social que conduce a una falta de normas, valores y orientaciones compartidas. A lo largo de la historia, varios sociólogos han contribuido con sus investigaciones y teorías para comprender mejor la anomia social y sus múltiples dimensiones, encontrándose variados y rutinarios ejemplos en las ciudades.

Dimensiones de un fenómeno poco conocido

De acuerdo con numerosos autores, La anomia social puede manifestarse en diversas dimensiones, que incluyen:

Anomia Económica: Esta dimensión se refiere a la falta de oportunidades económicas y la desigualdad de ingresos en la sociedad y puede exhibirse, cuando un número significativo de ciudadanos se sienten excluidos de la prosperidad económica, originando involuntariamente un rechazo a todo lo que representa el modelo económico y por ende a la sociedad misma.

Anomia Cultural: Se relaciona con la desintegración de las normas y valores culturales compartidos. Los cambios disruptivos en la cultura, como la globalización, pueden erosionar las pautas tradicionales de comportamiento, creando una sensación de desorientación cultural. Este aspecto es muy pertinente en las ciudades y barrios periféricos, en donde se entremezclan diversos y complejos comportamientos y representaciones sociales que, en muchos casos, difieren entre ellas.

Anomia Normativa: Implica una falta de conformidad con las normas sociales. Cuando las personas perciben que las normas no se aplican de manera justa o que son inconsistentes, es decir, no existen sanciones y trato por igual, lo que puede impulsar tensiones y desórdenes sociales que inducen al no cumplimiento de las normas.

Otras dimensiones hablan de la violencia como rasgo descriptor de la anomia social en las ciudades, pero que refiere a una interrelación con otros factores que complejizan su entendimiento tan solo desde la anomia social.

Ahora bien, un elemento fundamental dentro del estudio de la anomia social en las ciudades se refiere a la movilidad. El crecimiento improvisado de nuestras ciudades ha llevado en muchos de los casos al colapso de los servicios, menores espacios para los peatones, contaminación sónica, degradación del ambiente y, por ende, consecuencias en la salud mental de los ciudadanos. Tal vez y no por ello aprobar el incumplimiento de normas, sea este un factor relevante al momento de diseñar estrategias de intervención para promover el cumplimiento de las normas sociales. Entender las causas que promueven el quebrantamiento de las normas, es primordial para generar cambios en la conducta de los ciudadanos y no imposiciones contrarias a estas raíces.

Otro factor que puede contribuir a la anomia social es la diversidad cultural. Las ciudades suelen ser lugares muy diversos, con personas de diferentes orígenes y culturas. Esto puede dificultar el desarrollo de un sentido de comunidad y solidaridad. Cuando los individuos no se sienten parte de la sociedad, es más probable que se comporten de manera antisocial, es decir, ser indiferente ante las normas compartidas en ese grupo social. En este caso, la diversidad cultural también se convierte en un elemento clave de integración que debe ser considerado al momento de diseñar políticas públicas que conlleven al cumplimiento de normas compartidas.

Desiguales comportamientos

De igual manera, podemos encontrar dispares rasgos de anomia social entre las zonas urbanas y rurales en una región. Estas diferencias no son absolutas ni aplicables a todas las comunidades rurales y urbanas, ya que pueden variar según la región, el país y las circunstancias específicas, pero permiten vislumbrar aspectos clave en cualquier intervención por parte de las autoridades.

Diferencias Económicas: En muchas sociedades, las franjas urbanas tienden a tener una mayor diversidad de oportunidades económicas y acceso a empleos mejor remunerados en comparación con las áreas rurales. Este factor puede incidir en menor grado en una anomia social en las zonas urbanas, ya que las personas pueden sentir que tienen más medios legítimos para alcanzar sus metas económicas, en contraste a las áreas rurales.

Cambio Cultural y Tradicionalismo: Las zonas rurales a menudo están más arraigadas en tradiciones culturales y valores comunitarios, lo que puede proporcionar una mayor cohesión social y un sentido de pertenencia. Esto puede limitar la anomia cultural en las áreas rurales, ya que las normas y valores tradicionales suelen ser más estables. En las zonas urbanas, la diversidad cultural y el ritmo acelerado de cambio pueden dar lugar a una mayor anomia cultural, ya que las personas pueden experimentar una desorientación debido a la falta de normas compartidas.

Tamaño de la Comunidad: Las zonas urbanas suelen ser más grandes y densamente pobladas que las zonas rurales. Esto puede influir en la percepción de anonimato y falta de conexión interpersonal en las zonas urbanas, lo que podría contribuir a una mayor anomia normativa. En las comunidades rurales, donde la interacción social es más cercana y la gente se conoce mejor, es posible que las normas sociales sean más sólidas.

Acceso a Recursos Sociales: Las zonas urbanas tienden a tener una mayor concentración de servicios y recursos sociales, como clínicas de salud, servicios de asesoramiento y programas de apoyo comunitario. Esto puede ayudar a mitigar la anomia social al proporcionar a las personas recursos para enfrentar desafíos individuales. En las zonas rurales, la falta de acceso a estos recursos puede contribuir a la anomia social si las personas sienten que no tienen apoyo para resolver problemas personales o comunitarios.

En fin, la anomia social se convierte en un complejo y enmarañado problema público que refiere a múltiples causas y construcciones sociales que provienen desde la familia, la escuela y la sociedad. Los rasgos de anomia social que a diario observamos en nuestras ciudades, deben llamar a la reflexión sobre el modelo de ciudad y normas que deben guiar su evolución. Quizás la ausencia de estrategias educativas, de formación ciudadana o concientización, sea un factor que muchos gobiernos no están considerando, solo por el hecho de no generar obras emblemáticas.

Por último, comprender que estamos hablando de conductas y que las mismas refieren a creativas políticas de intervención que involucren estrategias más coherentes a estas conductas, logremos reducir su impacto social y mejorar la calidad de vida de quienes habitan por igual estos espacios. No basta con colocar semáforos peatonales sin una campaña reflexiva sobre el uso y su importancia para preservar la integridad de seres humanos. Es por ello por lo que, la comprensión integral de las razones, consecuencias y de las posibles soluciones, conlleva a un trabajo interdisciplinario desde diversos enfoques que permitan reducir el impacto de un fenómeno social que pasa desapercibido ante la mirada de las autoridades, y, por ende, está generando el incumplimiento de las normas erigidas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

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