Incertidumbre y sueños: La cruda realidad de millones de migrantes latinoamericanos

“La migración es un fenómeno tan complejo, que sobrepasa cualquier narrativa que quiera describir este sufrimiento”

Anónimo

Indagar acerca de las causas que han originado el debacle social y económico en América Latina y el Caribe, se parece a una paradoja que muestra a la región como rica en recursos naturales, pero a la vez, pobre en el más expresivo significado de los sentidos. En miles de oportunidades los medios de comunicación, académicos y sectores políticos y sociales se plantean esta interrogante, muchas veces asumiendo la culpa en el otro. Encontrar las respuestas acordes y menos susceptibles a la ofensa, se convierten en un loable desafío que debe sobrepasar cualquier criterio mezquino al respecto.

El solo hecho de ver las caravanas de seres humanos caminando bajo las inclemencias del sol y el agua, subsistiendo con la poca ayuda que reciben, lleva a reflexionar el por qué de esta realidad que está viviendo una región, en la que muchos actores políticos se vanaglorian al aludir las riquezas naturales que poseen sus países. ¿Cómo entender esta realidad si millones de ciudadanos con derecho a esa riqueza, tienen que abandonar ese país de fortunas y sufrir las penurias y maltratos buscando en otras regiones, cumplir con el sueño de satisfacer sus insuficiencias?

Tal como lo destaca el portal VOA (2022) “Durante el último año, millones de latinoamericanos abandonaron sus países huyendo de los efectos de conflictos armados, inestabilidad política, crisis económicas y el cambio climático, según los expertos, lo que profundizó la crisis migratoria que aqueja la región”. Este comentario tiene dos aristas importantes que deben resaltarse: la primera de ellas se refiere a las cifras que representan esta ya rutinaria forma de mostrar una realidad social, en la que se debe describir en blanco y negro, el enigma que se cierne al intentar exponer el fenómeno.

La volatilidad de la migración como fenómeno social, lleva a considerar cifras que por si son elocuentes y muestran casi 32 millones de latinoamericanos que emigraron en los últimos 5 años, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM, 2022). ¿Por qué emigrar si estamos hablando de una región rica en recursos naturales? Las respuestas son obvias para muchos de quienes conocen la realidad de la migración. Para quienes no consideran las posibles causas de esta calamidad social, las respuestas ni siquiera pasan por su imaginación.

La segunda arista tiene que ver con las causas o razón por la cual, una persona abandona su hogar, familia y proyecto de vida y se arriesga adentrándose en un terreno lleno de incertidumbre e inseguridad en la que su vida y la de su familia, vale poco para muchos que solo observan desde sus pantallas o redes sociales, las cifras de los miles de migrantes que han fallecido en su transitar hacia mejores oportunidades. En este caso, enumerar las ya conocidas génesis de esta hecatombe social, lleva a considerar los siguientes aspectos:

  • Primeramente, la desigualdad económica no deja de ser un referente que dibuja el panorama de casi toda Latinoamérica. Las históricas cifras en los niveles de desigualdad de ingresos y riqueza no dejan de señalar lo complejo y difícil que ha sido encontrar rutas para reducir este desequilibrio. Las fórmulas empleadas hasta el momento han fracasado. La tan anhelada movilidad social y salida de la pobreza, se convierte en una quimera para millones de ciudadanos que observan desde otrora, las promesas y discursos con fórmulas salidas de un sombrero de mago. Tal vez con la llegada de las redes sociales y el internet, millones de jóvenes han logrado ver más allá de la pobreza que refiere el mundo en el cual se despiertan y acuestan a dormir. Quizás esta peculiaridad los ha impulsado a buscar las tan ansiadas oportunidades.
  • Otro aspecto tiene que ver con la corrupción y ausencia de un modelo de gobernanza en el cual todos los actores participen tanto de la identificación de las problemáticas, como en la toma de decisiones que favorezcan a todos por igual. Allí comienza el primer paso para reducir desigualdades, promoviendo y dando valor a la participación ciudadana. En lo que refiere a la corrupción, las cifras son elocuentes. Países como Venezuela, Honduras y Nicaragua son señalados en el Informe de Percepción de Corrupción (2022) de Transparencia Internacional. Esta realidad no es nueva, quizás desde hace décadas atrás la corrupción ha permeado los valores morales de las instituciones y ha socavado la confianza que tienen los ciudadanos en los funcionarios que “supuestamente” eligieron para resolver sus problemáticas públicas.
  • En lo que respecta a la violencia y el crimen en la región, América Latina y el Caribe ha venido experimentando un proceso de degradación social en la que el narcotráfico y el negocio de las drogas, está demoliendo las estructuras sobre las cuales se sustenta la sociedad. Tal como lo destaca Jorge Castañeda en su libro «América Latina en guerra: narcotráfico, guerrillas e inestabilidad política», la región enfrenta una nueva ola de conflicto, impulsada por el narcotráfico y la inestabilidad política que pocos han querido reconocer, quizás por su desconocimiento más allá de las cifras, o por sus vinculaciones con estos grupos delictivos.
  • Un aspecto que poco se resalta en los análisis de la migración, se refiere a la escasa inversión en educación y capacitación. Al revisar las cifras que se destinan a educar a quienes son el presente y futuro de las sociedades latinoamericanas, la desilusión aparece como un emoticono. Quizás cifras de un 6,4% o 4,5% del PIB representen suficientes para países como Brasil o México, pero en este caso, los criterios en los cuales se invierte este dinero deban ser revisados a fin de cumplir con la premisa de Paulo Freire acerca de que “La educación es un proceso de diálogo y construcción conjunta de conocimientos, que permite a las personas comprender y cambiar su realidad”. Bastaría con preguntarle a millones de niños, niñas y jóvenes migrantes cual fue el impacto de la educación en sus vidas.

En fin, reflexionar sobre las causas y aspiraciones de los millones de seres humanos que emigran a diario en América Latina y el Caribe, conlleva a revisar la complejidad de los sistemas sociales desde donde parten, examinando y acometiendo las acciones para reducir la repetición de esta migración masiva. Hasta los momentos, esta realidad no ha sido comprendida en los países de origen, aludiendo otras causales o evadiendo afrontar la culpa. Otro aspecto tiene que ver con lo multifacético que representa el ser migrante y más con el grado de vulnerabilidad que describe a los que optan por emigrar en condiciones deplorables y bajo contextos peligrosos. Entender que se trata de seres humanos desde un principio y no de cifras que sirven para maquillar informes e impulsar la xenofobia, debe impulsar medidas no tan solo por parte de las organizaciones humanitarias, sino de todos los actores presentes en los territorios en los cuales el migrante tiene que transitar desde su origen hasta su aspirado destino. De hecho, una comprensión más humana de la migración es necesaria para reducir el impacto que refieren los países de acogida.