Basta de improvisación en las políticas públicas

“No hay nada fácil en política. Y hay mucha gente que se cree que se puede improvisar, pero no se puede improvisar. Hay que tener muy pensado a donde se quiere ir”.

Manuel Fraga

Todo aquel funcionario responsable de diseñar y ejecutar alguna política pública, en algún momento del proceso, debería indagar si la acción que va a realizar influenciará positivamente en la calidad de vida de los ciudadanos y su sostenibilidad, o simplemente servirá para cumplir lo estipulado en un presupuesto o promesa electoral.

Gran parte de nuestros problemas públicos son construcciones sociales signadas por la improvisación, el desconocimiento y la ausencia de principios y valores que propician conductas inadecuadas, razón por la cual las sociedades están obligadas a intervenir y buscar soluciones consentidas, así como también, lograr consenso en cuanto a la visión de sociedad que se desea. Aunque la tendencia de nuestras políticas públicas en el siglo XXI infiere la participación ciudadana, la sostenibilidad, la transparencia y el buen gobierno como elementos claves, en muchas de las ciudades de América Latina y El Caribe, la ausencia de un enfoque de ciudad acoplada a estos elementos, conlleva a seguir cometiendo los mismos errores de épocas pasadas.

Como la costumbre se hace regla, nuestros planificadores públicos quieren resolver el problema de movilidad, construyendo o ampliando las carreteras, sin preguntarse si realmente la causa del problema es la ausencia de medios alternativos, o el uso adecuado del vehículo como medio de transporte, o la ausencia de un transporte público eficiente, sostenible y que brinde equidad social. Otro caso ocurre con las soluciones a los problemas de violencia en las que, se recomienda construir más cárceles, adoptando políticas represivas sin considerar como fue el complejo proceso de construcción social que llevó a ese ciudadano a contravenir las normas sociales impuestas. Así mismo, queremos solucionar el problema de los trabajadores informales a través de acciones de reubicación, o programas de emprendimiento carentes de sostenibilidad financiera, sin considerar que ese ciudadano está en la calle; porque necesita un empleo que le brinde seguridad social, la capacidad de alimentarse y sostener su grupo familiar.

En fin, son múltiples, complejos y multidisciplinarios los problemas públicos que aquejan a nuestras ciudades, pero son pocas las propuestas de políticas públicas con un enfoque estratégico a largo plazo, que puedan corregir las fallas que inciden en la repetición, y consecución de estos problemas a lo largo del tiempo. Quizás gran parte de la improvisación se deba al desconocimiento real del problema público, la falta de capacidades y habilidades para enfrentar estas adversidades, o simplemente que resulta más oneroso improvisar y cumplir con los compromisos políticos de efímero plazo.

Estamos a tiempo de corregir los errores que implica seguir improvisando en las políticas públicas y, por ende, en el despilfarro de los recursos públicos. Para lograr este objetivo, se requiere modificar nuestro enfoque para visualizar los problemas públicos con conocimiento, destrezas y compromiso que nos permita, plantear opciones acertadas y efectivas que incidan en una verdadera transformación de nuestras ciudades, y por ende de nuestra cultura ciudadana.